martes, 23 de noviembre de 2010

Palacio Ripalda

Los progresos de la ciudad han hecho, en ocasiones, que esta se deje or el camino grandes joyas arquitectónicas que hoy en día sólo podemos lamentar. Entre ellas, destaca la historia del Palacio Ripalda, que alzó su aguja durante 78 años, de 1889 a 1967, donde hoy se encuentra el edificio de La Pagoda, en el Paseo de la Alameda.

Palacio de Ripalda tras la Fuente de las Cuatro Estaciones

El singular edificio fue un encargo de la Condesa de Ripalda al arquitecto Arnau Miramón, referente del modernismo valenciano y autor de otras joyas ocultas de la capital que, afortunadamente, sí podemos disfrutar, como el Pasaje de Ripalda, propiedad de los mismos condes, el Palacio de Fuentehermosa o la Casa Sancho.

J.M. Arnau Miramón (1849-1906)
El palacio, de estilo ecléctico, e intentaba imitar el romanticismo de los chateaux franceses. Fue la residencia de la Condesa, Maria Josefa Paulín de la Peña, que, una vez muerto su esposo, se convirtió en una influyente personalidad de la ciudad, importante empresaria y mecenas de varios artistas. El diseño respondía a las exigentes disposiciones de la duquesa, que quería converir el edificio en un icono de la ciudad y se dice que, durante los dos años que duró su construcción, se la podía ver subida a los andamios discutiendo y modificando los detalles con el arquitecto.

La obra se alzó en el Paseo de la Alameda, entre los Jardines del Real y los de Monforte, frente a la Fuente de las Cuatro Estaciones, en la mismísima entrada de la Exposición Regional Valenciana de 1939. De hecho, su silueta presidió los actos inaugurales del evento, como la Batalla de Flores. Tras él, se alzaba la Feria de Muestras y Exposiciones de Valencia, tres grandes naves industriales donde se organizaban exposiciones y ferias sobre maquinaria y motores.

La Pagoda, antigua situación del Palacio

La condesa vivió en el Palacio desde su inauguración, en 1891, a la que acudióla flor y nata de la Valencia renacentita, hasta la proclamación de la Segunda República, cuando huyó de la ciudad para morir poco después. Cuando en 1936 se trasladó el Gobierno de España a la ciudad de Valencia, el Palacio, abandonado hasta entonces, pasó a ser la sede del Ministerio de Comercio, para volver a ser abandonado meses después.


Así, el Palacio comenzó una etapa de decadencia que llegó al estado de riesgo por derrumbe en los sesenta. Por entonces, el Ayuntamiento estaba gestionando la creación de una feria de muestras mayor que la ya existente tras el palacio, así que, al comprar los nuevos terrenos en Paterna (donde se encuentra la actual Fira de Mostres de València), decidió incluir el Palacio Ripalda y sus terrenos aledaños en la subasta del terreno de la antigua Feria. Adquiridos los terrenos por diferentes inmobiliarias, se procedió al derribo de todos los edificios, siendo el Palacio el último en caer, el año 1967. Lo que hoy en día nos parece una aberración cultural, aquel entonces se vendió como un mal necesario para un bien mayor: la ampliación de la ciudad y sus sitema de grandes avenidas hacia el norte.
Terreno del Palacio Ripalda y la Feria de Muestras, 1965

Muchas leyendas dicen que el palacio fue comprado por un empresario estadounidense y que fue trasladado al otro lado del Atlántico piedra a piedra. Es romántico, pero imposible: el castillo no era de piedra sino de madera, hormigón y escayola, y el exterior era una simple imitación de mampostería. Así pues, aunque sigamos soñando con que la aguja del Palacio brilla en algún lugar del mundo, lo cierto es que desapareció hace ya 43 años, y que sólo nos consolará su recuerdo.

Por Chrístopher Casas

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